El senador poblano Néstor Camarillo renunció al PRI para “abrazar una verdadera agenda ciudadana”, aunque fuentes legislativas señalan que ya busca acomodo en la bancada de Movimiento Ciudadano. Su salida reduce a 13 los escaños priistas en el Senado y abre la puerta al PVEM para reclamar una vicepresidencia de la Mesa Directiva.

CDMX — Con su dimisión, Camarillo deja al PRI en una posición todavía más debilitada en la Cámara Alta, donde la correlación de fuerzas se ajusta en beneficio de Morena, el PAN y el Verde Ecologista. El anuncio no sorprendió a los pasillos legislativos, pues el ahora exdirigente estatal priista arrastraba desde hace meses diferencias internas y rumores sobre su futuro político.

En un discurso lleno de lugares comunes, el senador aseguró que su decisión responde a la necesidad de ser “autocrítico” y de seguir “del lado de la gente”. Sin embargo, su inminente acercamiento con Movimiento Ciudadano exhibe lo que ya parece una práctica recurrente en la política mexicana: cambiar de camiseta bajo el disfraz de la “agenda ciudadana”.

“No cambio de causa ni de objetivo. Mi causa es y siempre será Puebla”, afirmó Camarillo. La contradicción es evidente: abandonar el partido que lo llevó a la dirigencia estatal y al Senado, mientras se acomoda en otra bancada, debilita cualquier discurso de congruencia. En los hechos, su salida representa un movimiento estratégico personal más que un acto de convicción democrática.

La renuncia de Camarillo se inscribe en el desgaste del PRI, pero también en la larga lista de políticos que se reciclan de partido en partido para sostener carreras personales. Lo que se presenta como evolución política, en realidad alimenta la percepción de que en México el compromiso partidista se negocia según la conveniencia del momento.

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