Estados Unidos designó al Cartel de los Soles como organización terrorista en julio de 2025, acusando directamente al régimen de Nicolás Maduro de encabezar una estructura criminal que financia y protege a redes de narcotráfico y grupos armados en la región.

InfoStockMx — La guerra contra el narcotráfico en América Latina tiene un nuevo eje de confrontación: Venezuela. La inclusión del Cartel de los Soles en la lista negra de organizaciones terroristas por parte de Washington no solo busca asfixiar económicamente al régimen chavista, sino también evidenciar lo que numerosos informes han señalado durante más de dos décadas: que la cúpula militar y política venezolana transformó al país en un santuario del narcotráfico y en un trampolín para grupos criminales trasnacionales.

El término Cartel de los Soles apareció en 2004, cuando el periodista y concejal Mauro Marcano denunció a altos mandos de la Guardia Nacional de estar involucrados en el negocio de la cocaína. Marcano fue asesinado en septiembre de ese mismo año, y desde entonces su señalamiento se convirtió en un símbolo del nexo entre el poder militar y las redes ilícitas. El nombre hace referencia a las insignias de sol que portan los generales venezolanos, muchos de los cuales han sido señalados por agencias internacionales de colaborar con el tráfico de drogas.

En 2005, el diario The Miami Herald publicó declaraciones de un diplomático extranjero en Caracas que describía al cartel como “un grupo considerable de generales del Ejército y la Guardia Nacional” al servicio de la cocaína. Desde entonces, la organización ha sido vinculada con narcotraficantes colombianos como Hermágoras González Polanco, alias ‘El Gordito González’, y con redes internacionales que expandieron su poder más allá de Venezuela.

De la denuncia al terrorismo

El 25 de julio de 2025, el Departamento de Estado de Estados Unidos oficializó lo que durante años fue un secreto a voces: el Cartel de los Soles es dirigido por Nicolás Maduro y altos jerarcas de su régimen, quienes proporcionan apoyo material a grupos considerados terroristas. Entre ellos destacan el Tren de Aragua, banda criminal venezolana con presencia en varios países de Sudamérica, y el Cartel de Sinaloa, uno de los más poderosos de México.

La designación permite a Washington utilizar herramientas legales, financieras y militares contra la red criminal, lo que incluye la persecución de bienes y la colaboración internacional para desmantelar su estructura. Como medida inmediata, Estados Unidos elevó a 50 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la captura de Maduro.

Lejos de aislarse, la decisión estadounidense encontró eco en la región: Ecuador declaró al Cartel de los Soles como grupo terrorista el 14 de agosto, y Paraguay lo hizo el 22 de agosto. Tres países ya reconocen oficialmente la amenaza transnacional que representa esta organización, que opera bajo el amparo de un Estado convertido en cómplice.

Mientras la presión internacional crece, Caracas insiste en negar la existencia del cartel. El 7 de agosto, el ministro de Interior y Justicia, Diosdado Cabello, desestimó la acusación al calificarla como un invento estadounidense: “El Cartel de los Soles es un invento, no sé cuántos años tienen con eso y en ese tiempo ha tenido como 300 jefes, cada vez que alguien les molesta lo ponen como jefe del Cartel de los Soles”, declaró ante la prensa.

La estrategia del régimen ha sido desacreditar las denuncias y presentarlas como parte de una “guerra mediática”. Sin embargo, informes de inteligencia de Estados Unidos, filtraciones periodísticas y testimonios de desertores venezolanos dibujan un patrón consistente: un aparato estatal al servicio del narcotráfico, que utiliza sus recursos para financiar la permanencia de Maduro en el poder, al costo de convertir a Venezuela en una plataforma de crimen organizado.

El conflicto con Estados Unidos

La designación del Cartel de los Soles como organización terrorista reconfigura el tablero geopolítico. Para Washington, Maduro ya no es solo un dictador acusado de violaciones a los derechos humanos, sino el cabecilla de un entramado criminal que amenaza directamente la seguridad estadounidense.

Esta narrativa, sumada a la crisis humanitaria que ha expulsado a millones de venezolanos de su país, abre la puerta a una confrontación más directa en la región, donde la línea entre política, narcotráfico y terrorismo se difumina peligrosamente.

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