Entre 2022 y 2024, México logró lo que parecía improbable: 8.3 millones de personas dejaron la pobreza multidimensional, reduciendo la cifra a 38.5 millones, es decir, al 29.6% de la población. La pobreza extrema también cedió terreno: pasó de 9.1 a 7 millones (5.3%). En los números, el logro luce monumental. La pregunta incómoda es otra: ¿son avances sólidos o apenas un espejismo?
Mexconomy / Región Global — La fotografía de 2024 confirma la mejora, pero también retrata un país partido en dos. En un extremo, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Puebla continúan atrapados con niveles de pobreza que superan el 40%. En el otro, estados como Baja California, Nuevo León o Coahuila exhiben cifras propias de naciones de ingreso medio alto. México progresa, pero lo hace de manera despareja, y la geografía sigue siendo un destino difícil de torcer.

El optimismo se matiza al revisar las carencias. En 2024 todavía 24.2 millones viven con rezago educativo, 44.5 millones carecen de acceso a salud y casi la mitad del país (48.2%) sigue sin seguridad social. Las reducciones en porcentajes son reales, pero insuficientes para hablar de un piso de bienestar robusto. Los avances son más un alivio temporal que un cambio estructural.

Aunque la pobreza medida cae, la población vulnerable por carencias creció de 37.9 a 41.9 millones entre 2022 y 2024. En otras palabras: más mexicanos rebasan la línea de ingresos mínimos, pero siguen sin derechos garantizados. Es una “salida estadística” de la pobreza, sin un blindaje real ante crisis económicas o personales. Una mejora que podría desmoronarse con la misma rapidez con que llegó.
La reducción de la pobreza se explica menos por productividad y más por un Estado que abrió la chequera. Las transferencias directas han llenado bolsillos, pero no han generado más empleo formal ni crecimiento sostenido. Con un PIB que se arrastra y un ciclo económico sin señales de aceleración, la mejora social parece más un programa financiado por deuda que un triunfo económico duradero.

El costo: más déficit, más deuda, menos margen
El esfuerzo redistributivo ha venido acompañado de un déficit fiscal que ronda el 5% del PIB y una deuda pública que podría superar el 54% hacia 2026. El dilema es claro: se gana oxígeno social hoy, pero se compromete la estabilidad de mañana. Si no hay corrección en las finanzas públicas, el país podría enfrentar un “choque de realidad” cuando ya no sea posible sostener el gasto expansivo.

La evidencia dibuja un escenario complejo:
1. México redujo la pobreza como no lo hacía en décadas.
2. La vulnerabilidad social sigue siendo enorme.
3. El avance se financia con deuda y no con crecimiento.
En resumen: menos pobreza, sí; pero también un país más frágil.
México tiene motivos para celebrar, pero no para cantar victoria. La política pública actual logró sacar a millones de las estadísticas de pobreza, aunque sin resolver las carencias estructurales (por ejemplo, aumentó la población sin acceso real a salud y medicamentos). El riesgo es que lo que hoy parece un triunfo social termine convertido en una factura económica que mañana obligue a retroceder. El verdadero desafío no es solo reducir la pobreza, sino garantizar que el progreso no dependa de la deuda ni de ciclos políticos.
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