A horas del arranque del periodo ordinario de sesiones, la bancada de Morena no logra un acuerdo sobre si entregará la presidencia de la Mesa Directiva al PAN, como establece la ley. La pugna revela tensiones internas y el riesgo de un choque político que podría paralizar la Cámara de Diputados.
CDMX — La disputa sobre la presidencia de la Mesa Directiva volvió a colocar a Morena en el centro del debate. Diputados como Alfonso Ramírez Cuéllar, Dolores Padierna, Julio César Moreno y Leonel Godoy presionan para que la bancada oficialista conserve el control, pese a que la Ley Orgánica del Congreso establece la rotación en favor de las segundas fuerzas parlamentarias. El dilema se intensifica en un contexto de mayor polarización política y con la sombra de 2019, cuando tras seis días de enfrentamientos Morena terminó cediendo la presidencia a la panista Laura Rojas.
La indefinición ya obligó a adelantar la reunión previa de Morena, originalmente programada para mañana. El hecho no es menor: sin acuerdo, la gobernabilidad de la Cámara de Diputados queda en entredicho. La ley prevé que, de no alcanzar mayoría calificada, la Mesa Directiva saliente continúe hasta el 5 de septiembre. Pero no existe un marco legal para un bloqueo más prolongado, lo que abriría un escenario de crisis institucional con consecuencias directas para la conducción de los debates legislativos.
La disputa exhibe la contradicción de Morena: como mayoría, busca proyectar estabilidad, pero al mismo tiempo se resiste a ceder espacios de poder a la oposición. La posibilidad de que el PAN presida la Cámara representa más que un tema administrativo: es una posición estratégica desde la cual se conducen las sesiones, se decide el orden del día y se marca el tono de la relación entre poderes. Perderla significaría, para Morena, mostrar fisuras internas justo cuando inicia un año clave para el debate presupuestal y las reformas que la 4T pretende consolidar.
La plenaria de este jueves, que concluyó con la participación del canciller Marcelo Ebrard, no logró disipar las tensiones. La reunión previa en curso será decisiva para definir si Morena respeta la alternancia o prolonga la pugna con el PAN. Lo cierto es que cada hora de indefinición erosiona la imagen de disciplina política que el partido intenta proyectar y abre la puerta a un escenario donde las reglas del Congreso se convierten en moneda de negociación política.
El recuerdo de 2019 demuestra que Morena ha cedido en el pasado, pero también que lo hace sólo tras choques intensos. En este 2025, el pulso interno no solo pone en juego la presidencia de la Mesa Directiva, sino también la capacidad de Morena para demostrar si, como mayoría, es capaz de sostener gobernabilidad sin recurrir al desgaste de crisis recurrentes en San Lázaro.
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