El Primer Informe de Gobierno de Claudia Sheinbaum mostró un proyecto que avanza con dos caras: la narrativa de justicia social y soberanía, y la apuesta por una concentración institucional que redefine las reglas del juego político en México.
Región Global | Editorial — En un año, Claudia Sheinbaum ha buscado imprimir a su Presidencia un sello propio, pero sin desprenderse del legado de Andrés Manuel López Obrador. El discurso de continuidad de su Primer Informe de Gobierno fue nítido: reducción de pobreza, fortalecimiento de Pemex y CFE, defensa de migrantes, y un modelo de cooperación con Estados Unidos “sin subordinación” (...). Sin embargo, lo verdaderamente disruptivo está en otro terreno: la profunda transformación legislativa y judicial que se presentó como un parteaguas histórico.
La elección popular de ministros, jueces y magistrados, ciertamente inédita en la historia mexicana, se enmarca en la reforma al Poder Judicial que Sheinbaum celebró como “el fin del nepotismo y la corrupción”. Pero más allá de la retórica, la medida plantea interrogantes sobre la independencia real de un poder que, en su nueva configuración, podría estar sometido a la voluntad de las mayorías políticas del momento. El aplauso al “nuevo Poder Judicial” convive con el riesgo de una democracia debilitada en sus contrapesos.
A ello se suma la aprobación de 19 reformas constitucionales y 40 nuevas leyes en apenas unos meses, una velocidad legislativa que revela músculo político pero también abre la puerta a dudas serias sobre la deliberación democrática. Reformas que van desde la protección de maíces nativos hasta la incorporación de la Guardia Nacional a la SEDENA, pasando por la constitucionalización de los Programas de Bienestar. El paquete es ambicioso, pero su transversalidad sugiere una estrategia más amplia: consolidar un nuevo andamiaje legal que blinde el proyecto de la Cuarta Transformación en el largo plazo.
En el plano social, Sheinbaum defendió la política de salud a través del programa Rutas de la Salud, que presume un abasto de medicamentos superior al 90 por ciento. La narrativa busca contrastar con las críticas acumuladas durante el sexenio anterior en esta materia. Pero el propio reconocimiento de “calumnias y mentiras” en torno al desabasto refleja que el tema sigue siendo un flanco sensible, donde la percepción pública pesa tanto, o más, que los números oficiales.
En política exterior, la Presidenta se colocó en una posición calculada: diálogo con Estados Unidos bajo el principio de respeto mutuo. El anuncio de la visita de Marco Rubio, Secretario de Estado, fue un mensaje de pragmatismo: negociar comercio, seguridad y migración desde la cooperación, pero con una insistente defensa de la soberanía nacional. El equilibrio, sin embargo, será difícil de sostener en un contexto donde Washington no distingue entre cooperación y presión cuando se trata de migración, seguridad fronteriza o seguridad nacional.
El discurso de Sheinbaum tuvo también un componente simbólico: su insistencia en que “no llegó sola”, sino con todas las mujeres mexicanas. El mensaje feminista encaja con un momento histórico: la primera mujer en la Presidencia de México encarna un cambio generacional y cultural. Pero el verdadero desafío va más allá del discurso: se trata de traducir esa narrativa en políticas efectivas contra la violencia de género y la desigualdad estructural que persiste.
El Primer Informe de Gobierno mostró así un doble rostro. Por un lado, la consolidación de un proyecto que se presenta como heredero de un mandato popular y que busca dar resultados tangibles en pobreza, salud y migración. Por otro, un rediseño institucional que concentra poder en el Ejecutivo y sus mayorías legislativas, bajo la bandera de la democracia directa. La pregunta que queda en el aire es si este nuevo marco institucional será capaz de sostenerse como garantía de justicia y equidad, o si terminará debilitando los contrapesos que toda democracia necesita.
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