Claudia Sheinbaum abandonó abruptamente su visita a Poza Rica, Veracruz, una de las localidades más castigadas por los desastres naturales recientes. Lo que debería haber sido un acto de solidaridad con los damnificados terminó en un episodio que expuso las profundas fracturas en la estrategia de respuesta gubernamental y las frustraciones acumuladas de una población en crisis.

Poza Rica, Ver. — La Presidenta se encontraba acompañada por la Gobernadora Rocío Nahle cuando fue rodeada por habitantes desesperados. "¡No sirves para nada, ni la Gobernadora! ¡No está haciendo nada la Gobernadora!", gritaban los afectados mientras intentaban ser atendidos. El tono de los reclamos reflejaba más que molestia: revelaba una crisis de confianza en los dos niveles de gobierno que, tras días de desastres, no habían logrado establecer una respuesta coordinada visible.

Los damnificados no vinieron a la cita preparados para cortesías políticas. Confrontaron a Sheinbaum directamente sobre el número de fallecidos y desaparecidos, y acusaron al Gobierno estatal de inacción. Cuando la Presidenta pidió paciencia, argumentando que "no todo se puede arreglar en un segundo", la respuesta fue contundente: "Sí se puede, porque en el 99 se pudo. No se organizan." Los pobladores identificaban con precisión la verdadera vulnerabilidad del sistema: no era la capacidad de actuar, sino la ausencia de coordinación.

Las acusaciones escalaron en especificidad y gravedad. "El Ejército no quiere entrar a las casas. Hay familias aún que no reciben ayuda", denunciaban los afectados, señalando un vacío operativo que comprometía la integridad de la respuesta de emergencia.

La tensión alcanzó su punto crítico cuando un joven estudiante de la Universidad Veracruzana confrontó a la Presidenta desde la multitud. Denunció la desaparición de tres compañeros tras las inundaciones. El joven exigía que mirara las fotografías: "Mis compañeros estudiantes no pudieron salir. Ya pasaron tres días y no aparecen. ¿De qué me sirve que venga aquí? Yo quiero ver a mis compañeros". Desde una camioneta del Ejército, Sheinbaum señalaba con el dedo y pedía ser escuchada, pero su autoridad se desmoronaba ante la angustia legítima de un joven buscando a sus seres queridos.

La Presidenta argumentó que no se ocultaba nada y que, durante los tres días previos, todo estaba inundado. Sin embargo, la respuesta no abordó la pregunta fundamental: ¿por qué tres días después seguían sin saberse del paradero de tres personas? El silencio en torno a desaparecidos es un patrón preocupante que evidencia fallas en protocolos de búsqueda y rescate.

Ante el caos, Sheinbaum tomó un micrófono. "Escúchenme, escúchenme", pidió repetidamente. No funcionó. La multitud no estaba dispuesta a escuchar explicaciones cuando enfrentaban crisis inmediatas. Finalmente, la Presidenta anunció su partida: "Bueno, ya me voy". Fue un momento de quiebre político.

Antes de retirarse, Sheinbaum fue cuestionada sobre por qué no se suspendieron las clases ante las intensas lluvias. Su respuesta fue insuficiente: "No se esperaba una lluvia tan intensa". Sin embargo, la declaración entra en contradicción directa con los hechos: el Servicio Meteorológico Nacional había emitido alertas sobre la magnitud de las precipitaciones.

El argumento de la presidenta Sheinbaum expone una debilidad institucional más grave: la existencia de alertas que fueron ignoradas. Protección Civil no ejecutó los protocolos de suspensión de actividades, alerta a la población y refugios seguros, revelando un fallo en la cadena de mando y una desconexión entre la información disponible y las acciones preventivas.

No se trató de una sorpresa meteorológica, sino del fracaso del Estado en traducir información en decisiones que protegieran vidas.

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