México lanza un ataque arancelario directo contra China: va por aranceles máximos de la Organización Mundial de Comercio (OMC) a 1,463 fracciones arancelarias que representan 52 mil millones de dólares en importaciones chinas.
La iniciativa de Claudia Sheinbaum, incluida en el Paquete Económico 2026, apunta a 17 sectores estratégicos dominados por manufacturas asiáticas: los aranceles a automóviles chinos saltarían del 15-20% al 50%, y las autopartes del 0-35% al 10-50%. Washington celebra la confrontación. Pekín responde con investigaciones formales. México asume el costo geopolítico.
El Ministerio de Comercio de China inició una investigación formal sobre estas "barreras comerciales", advirtiendo que podrían violar compromisos internacionales. Los sectores bajo escrutinio —automóviles, textiles, electrónica, acero, plásticos— son precisamente los que sostienen buena parte de la manufactura mexicana.
Aquí comienza el problema. México no produce los insumos que pretende gravar. Aunque el país no ensambla teléfonos celulares ni dispositivos médicos, sus plantas de televisores, electrodomésticos y autopartes dependen críticamente de chips, circuitos y plásticos asiáticos. El sector farmacéutico y de dispositivos médicos importa componentes especializados sin alternativa nacional. La protección arancelaria llega justo cuando México carece de capacidad para sustituir esas importaciones.
Mientras el gobierno mexicano endurece su postura contra China, la inversión cae, la desindustrialización avanza y, crucialmente, la generación de energía eléctrica desciende. La Inversión Exrtranjera Directa, prácticamente sólo reinvierte utilidades y ninguna planta o fabricante de gran tamaño se instala en un país sin garantía energética y seguridad.
La historia económica enseña que el proteccionismo solo funciona cuando existe capacidad industrial latente o en desarrollo acelerado. Corea del Sur y China usaron aranceles altos en sus décadas de despegue, pero los combinaron con inversión pública masiva, energía abundante y barata, subsidios coordinados y disciplina exportadora. México en 2025 tiene la protección sin ninguno de los ingredientes complementarios.
El resultado probable es una estanflación comercial: inflación inmediata en productos manufacturados sin alternativa nacional, pérdida de competitividad exportadora por insumos más caros, y represalias chinas contra sectores vulnerables como medicamentos. Las empresas que aún operan en México enfrentarán costos operativos más altos, acelerando —no revirtiendo— su salida del país.
Mientras tanto, la ironía geopolítica se vuelve evidente. En los mismos días que México complica su relación con China, Estados Unidos negocia en Kuala Lumpur con el viceprimer ministro He Lifeng para suspender aranceles recíprocos y expandir cooperación comercial. Washington busca estabilidad con Pekín; México asume los costos de la confrontación.
Si la inversión cae, la industria se contrae y la energía escasea, ¿a quién benefician estos aranceles?. Hay un error de diagnóstico que confunde causa y efecto, creyendo que el proteccionismo crea capacidad industrial en lugar de protegerla.
La medida redistribuirá rentas hacia importadores y distribuidores que controlan cadenas de suministro, erosionará salarios reales mediante inflación y profundizará la desindustrialización que pretende revertir. México está usando herramientas del desarrollismo en un contexto de subdesarrollo acelerado.
El Congreso mexicano debatirá esta iniciativa. La pregunta no es si la medida fortalecerá la soberanía económica —las condiciones materiales sugieren que no— sino cuánto tardará la presión inflacionaria en emerger y la fuga de inversión en forzar su reversión parcial. Para entonces, el daño a la credibilidad comercial de México y su posición en cadenas de valor podría ser irreversible.
La trampa está servida: proteccionismo sin protección, protección industrial sin industria. México apuesta su integración manufacturera en una partida donde ya perdió las cartas: la energía y la inversión sostenida. Lo que debió ser un escudo amenaza con convertirse en el epitafio de una crisis económica.
$52,000 millones en importaciones afectadas (8.6% del total)
17 sectores estratégicos bajo protección
(antes 15-20%)
(antes 0-35%)

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