"La existencia de teoremas significativos en la ciencia económica debe comprobarse examinando la estabilidad de la posición de equilibrio". — Paul A. Samuelson, 1947, Foundations of Economic Analysis
Inicié mis estudios universitarios en 1982. Mi primer semestre en la Facultad de Economía fue catastrófico por falta de tiempo para dedicarme al estudio de la economía. Antes, durante el bachillerato, alterné estudios con mi primera pasión profesional: la música. De forma que al llegar a la UNAM aún estudiaba en la Escuela Superior de Música del INBA.
Soy de esa generación de músicos que le tocó el cambio de sede de la calle República de Cuba, en el centro histórico del entonces Distrito Federal, a la calle de Fernández Leal, muy cerca del centro de Coyoacán.
Para entonces, los estudios de música —instrumentista con especialidad en guitarra— me exigían mucho tiempo entre la práctica y el estudio de armonía y composición. Cursaba el tercer año de los cuatro que duraba la carrera de músico profesional. Mi hermosa madre no quería que fuera músico, le pidió a su hermano Domingo que hablara conmigo. En ese tiempo, mi querido tío era el administrador de la Aduana de Chetumal, en Quintana Roo. Era la segunda vez que platicaba conmigo respecto a la construcción profesional de mi futuro. Me convenció. Con todo el dolor de mi corazón, dejé de asistir a la Escuela Superior de Música. Nunca me di de baja porque tenía la ilusión de terminar mis estudios. Me dolió tanto separarme de la academia musical que decidí aplicarme de tiempo completo en la Universidad.
Entrado el segundo semestre, no entendía prácticamente nada de la economía como ciencia. Me recomendaron que buscara "el Samuelson". En la biblioteca de la Facultad estaba agotado para préstamo. Caminé a la Biblioteca Central de la UNAM y pedí "el Samuelson". Me pidieron que lo buscara en un fichero bibliográfico. Di con un libro titulado “Fundamentos del análisis económico”, de Paul A. Samuelson. Lo pedí. (Con el tiempo me di cuenta que no era libro que me recomendaron para entender lo básico de la ciencia económica, pero —sin duda— fue un acierto del destino que mucho valoré con el tiempo).
Al iniciar su lectura —es un decir— resultó que no entendía nada. Entré en pánico. ¡Qué tragedia la mía! Dejé de estudiar música para estudiar economía y era como intentar descifrar jeroglíficos. Sudé frío y, tras pasar toda la tarde hurgando y pensando en mi proyecto académico personal, pensé en renunciar a la formación de economista y regresar a la música. "Me va a matar mi madre", pensé. "¿Y si no le digo?".
Finalmente decidí conversar con el jefe del departamento de matemáticas y pedir consejo. Enrique Hueda Ojiro, más tarde mi maestro y físico de formación, me recomendó que para entender el libro volviera a iniciar con aritmética básica y avanzara lo más rápido que pudiera a álgebra y cálculo. ¡No puede ser! Pero así lo hice.
El segundo semestre me fue muy bien y comencé mis trámites para estudiar Actuaría como carrera simultánea, lo que me fue aceptado. En el tercer semestre comencé con las clases mínimas que me permitía la Facultad de Ciencias de la UNAM (Álgebra Superior y Cálculo). En una de las clases, coincidí con Claudia Sheinbaum (Pardov). Entre una facultad y otra no tenía tiempo de socializar tanto, pero una cosa recuerdo mucho de ella: era muy amiga de una guerrilla que fumaba pero en serio, y era cotidiano que pasaran tiempo juntas en una especie de callejón que formaban dos de los edificios principales con salida a Copilco. Era un lugar sin censura para fumar tabaco y otras hierbas.
Al siguiente año la volví a ver, pero participando en el Consejo Estudiantil Universitario, promoviendo activamente un paro estudiantil que después de innumerables asambleas se prolongó por meses y que, entre su agenda, pedía la renuncia del entonces rector Jorge Carpizo McGregor. Pasó el tiempo, no se fue Carpizo y tras el movimiento del CEU, ella se incrustó en la UNAM y yo me fui a la SHCP, no del todo porque daba un par de clases en la Facultad de Economía.
Años después la veía activa en el PRD, después como delegada de Tlalpan y envuelta en el tema del Colegio Rébsamen donde, por cierto, años antes de la tragedia mi ‘Pete’ cursó primaria y secundaria.
Sé y conozco de primera mano cuál es su formación política. Es radical y no va a cambiar. No es sociable ni empática por más que se esfuerce. Pero tampoco come lumbre y sabe que el modelo de país que Andrés Manuel y ella han construido es altamente lucrativo para una élite burocrática/partidista y empobrecedor para el resto del país. Y va a seguir de frente porque la inestabilidad es la condición “sine qua non” para intentar pasar a la historia con un discurso "progresita" y, al mismo tiempo, acumular una enorme riqueza. ¿Demostrarlo? Es suficiente con observar a Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa, los Castro de Cuba, etcétera. Con un plus: esto es México, la economía número 12/13 del mundo.
Solo le estorban dos cosas: los mexicanos que deseamos seguir en democracia y Estados Unidos.
No cuento esta historia por nostalgia ni por “ideología”. La cuento porque el modelo matemático que presenté en el primer artículo de esta serie tiene un rostro: el de una mujer que estudió las mismas ecuaciones que yo, pero llegó a conclusiones radicalmente distintas.
Yo aprendí a usar el cálculo y la teoría de probabilidades para modelar riesgos y evitar colapsos, ella aprendió a usar la teoría marxista-leninista para administrar crisis y convertirlas en poder.
La diferencia no es ideológica. Es fríamente objetiva.
Cuando publiqué la primera parte de esta serie, advertí que México alcanzaría su punto de no retorno entre 2028 y 2029, el momento en que la capacidad institucional caería por debajo del umbral mínimo (C < 0.15) mientras el rezago tecnológico superaba el umbral crítico (R > 0.50). Proyecté que la presión social acumulada (Ψ) alcanzaría niveles de crisis social aguda (Ψ ≥ 0.50) en 2029.
Primero las marchas de la Generación Z (15 y 20 de noviembre), el lunes pasado los bloqueos carreteros de transportistas y agricultores (24 al 27 de noviembre), y ahora la “renuncia” del fiscal Alejandro Gertz Manero, con todo lo que ello implica para el poder, demostraron que tal vez subestimé la velocidad del colapso.
No porque el modelo estuviera mal. Sino porque no contemplé suficientemente un factor: la administración deliberada de la inestabilidad como estrategia de poder.
Claudia Sheinbaum no está tratando de evitar el colapso. Lo está administrando. Porque, reitero, la inestabilidad es la condición "sine qua non" para acumular poder (y riqueza) mientras pretende pasar a la historia.
El problema que observo es que esta vez las matemáticas tienen otros planes.
Más eventos de inestabilidad sucederán próximamente. El lunes 24 y el jueves 27 de noviembre de 2025, México experimentó lo que el modelo predecía: la convergencia simultánea de múltiples crisis en un solo punto del espacio-tiempo económico. No fue coincidencia.
Fue geometría. Y en geometría, cuando las líneas convergen en un punto crítico, lo que sigue es como la suma de vectores: colisión.
Nota: Los acontecimientos, tanto personales como los que atañen al país, me obligan a acelerar el paso. Agradezco sinceramente su acompañamiento en estas lecturas, pero debo advertir que los próximos textos serán más extensos. Necesitamos avanzar rápidamente en la construcción del análisis del futuro. Si desean acompañarme, serán bienvenidas y bienvenidos. Estoy seguro de que no se arrepentirán.
SERIE Arkhé: "México: La fractura generacional"
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